sábado, 21 de junio de 2025

Avenida Juárez - Efraín Huerta

Uno pierde los días, la fuerza y el amor a la patria,
el cálido amor a la mujer cálidamente amada,
la voluntad de vivir, el sueño y el derecho a la ternura;
uno va por ahí, antorcha, paz, luminoso deseo,
deseos ocultos, lleno de locura y descubrimientos,
y uno no sabe nada, porque está dicho que uno no debe saber nada,
como si las palabras fuesen los pasos muertos del hambre
o el golpear en el oído de la espesa ola del vicio
o el brillo funeral de los fríos mármoles
o la desnudez angustiosa del árbol
o la inquietud sedosa del agua...

Hay en el aire un río de cristales y llamas,
un mar de voces huecas, un gemir de barbarie,
cosas y pensamientos que hieren;
hay el breve rumor del alba
y el grito de agonía de una noche, otra noche,
todas las noches del mundo
en el crispante vaho de las bocas amargas.

Se camina como entre cipreses,
bajo la larga sombra del miedo,
siempre al pie de la muerte.
Y uno no sabe nada,
porque está dicho que uno debe callar y no saber nada,
porque todo lo que se dice parecen órdenes,
ruegos, perdones, súplicas, consignas.
Uno debe ignorar la mirada de compasión,
caminar por esa selva con el paso del hombre
dueño apenas del cielo que lo ampara,
hablando el español con un temor de siglos,
triste bajo la ráfaga azul de los ojos ajenos,
enano ante las tribus espigadas,
vencido por el pavor del día y la miseria de la noche,
la hipocresía de todas las almas y, si acaso,
salvado por el ángel perverso del poema y sus alas.

Marchar hacia la condenación y el martirio,
atravesado por las espinas de la patria perdida,
ahogado por el sordo rumor de los hoteles
donde todo se pudre entre mares de whisky y de ginebra.

Marchar hacia ninguna parte, olvidado del mundo,
ciego al mármol de Juárez y su laurel escarnecido
por los pequeños y los grandes canallas;
perseguido por las tibias azaleas de Alabama,
las calientes magnolias de Mississippi,
las rosas salvajes de las praderas
y los políticos pelícanos de Louisiana,
lascastas violetas de Illinois,
las bluebonnets de Texas...
y los millones de Biblias
como millones de palomas muertas.

Uno mira los árboles y la luz, y sueña
con la pureza de las cosas amadas
y la intocable bondad de las calles antiguas,
con las risas antiguas y el relámpago dorado
de la piel amorosamente dorada por un sol amorosos.
Saluda a los amigos, y los amigos
parecen la sombra de los amigos,
la sombra de la rosa y el geranio,
la desangrada sombra del laurel enlutado.

¿Qué país, qué territorio vive uno?
¿Dónde la magia del silencio, el llanto
del silencio en que todo se ama?
(¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?)

Uno se lo pregunta
y uno mismo se aleja de la misma pregunta
como de un clavo ardiendo.
Porque todo parece que arde
y todo es un montón de frías cenizas,
un hervidero de perfumados gusanos
en el andar sin danza de las jóvenes,
un sollozar por su destino
en el rostro apagado de los jóvenes,
y un juego con la tumba
en los ojos manchados del anciano.

Todo parece arder, como
una fortaleza tomada a sangre y fuego.
Huele el corazón del paisaje,
el aire huele a pensamientos muertos,
los poetas tienen el seco olor de las estatuas
—y todo arde lentamente
como en un ancho cementerio.

Todo parece morir, agonizar,
todo parece polvo mil veces pisado.
La patria es polvo y carne viva, la patria
debe ser, y no es, la patria
se la arrancan a uno del corazón
y el corazón se lo pisan sin ninguna piedad.

Entonces uno tiene que huir ante el acoso de los búfalos
que todo lo derrumban, ante la furia imperial
del becerro de oro que todo lo ha comprado
—la pequeña república, el pequeño tirano,
los ríos, la energía eléctrica y los bancos—,
y es inútil invocar el nombre de Lincoln
y es por demás volver los ojos a Juárez,
porque a los dos los ha decapitado el hacha
y no hay respeto para ninguna paz,
para ningún amor.

No se tiene respeto ni para el aire que se respira
ni para la mujer que se ama tan dulcemente,
ni siquiera para el poema que se escribe.
Pues no hay piedad para la patria,
que es polvo de oro y carne enriquecida
por la sangre sagrada del martirio.

Pues todo parece perdido, hermanos,
mientras amargamente, triunfalmente,
por la Avenida Juárez de la ciudad de México
—perdón, Mexico City—
las tribus espigadas, la barbarie en persona,
los turistas adoradores de "Lo que el viento se llevó",
las millonarias neuróticas cien veces divorciadas,
los gangsters y Miss Texas,
pisotean la belleza, envilecen el arte,
se tragan la Oración de Gettysburg y los poemas de Walt Whitman,
el pasaporte de Paul Robeson y las películas de Charles Chaplin,
y lo dejan a uno tirado a media calle
con los oídos despedazados
y una arrugado postal de Chapultepec
entre los dedos.


Efraín Huerta
De: Estrella en alto

¡Mi país, oh mi país! - Efraín Huerta

Descenderá al sepulcro vuestra soberbia. Y
echados seréis de él como troncos abominables,
vestidos de muertos pasados a cuchillo,
que descendieron al fondo de la sepultura.
Y no seréis contados con ellos en la sepultura:
porque destruisteis vuestra tierra, y arrasasteis
vuestro pueblo. No será nombrada para siempre
la simiente de los malignos.

Libro del profeta Isaías

Ardiente, amado, hambriento, desolado,
bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días,
agonizar las tardes.

Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla y nadie escribe
y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.

Porque hay engaño y miseria y el territorio
es un áspero edén de muerte cuartelaria.
Porque al granadero lo visten de azul de funeraria
y lo arrojan lleno de asco y alcohol contra el maestro,
el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza y le cortan el corazón y la palabra al hombre
— y la voz oficial, agria de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul, el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa cae vencida en la calle y en la fábrica.

Éste es el panorama: Botas, culatas, bayonetas, gases…
¡Viva la libertad!

Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz…
todo el país amortajado, todo,
todo el país envilecido, todo eso,
hermanos míos, ¿no vale mil millones de dólares en préstamo?
¡Gracias, Becerro de Oro! ¡Gracias, FBI! ¡Gracias, mil gracias,
Dear Mister President! Gracias, honorables banqueros,
honestos industriales, generosos monopolistas,
dulces especuladores; gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.

Demos gracias a todos y rompamos con un coro solemne de gracia y gratitud
el silencio espectral que todo lo mancilla.

¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto, pero siempre más ricos!
Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías de mujeres apaleadas
y hombres nacidos en México que sangran
y su sangre es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de nuestra cobardía.

Y no hay respuesta nunca para nadie
porque todo se ha hundido en un dorado mar de dólares
y la patria deja de serlo y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro. La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
y la jauría de turbios, torpes y mariguanos inquisidores de huaraches;
la verdad está en los asquerosos hocicos de los cazadores de brujas.
¡La grande y pura verdad patria la poseen,
oh país, país mío, los esbirros, los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de estrellas.
La verdad, entonces, es una democracia nazi en la que todo sufre,
suda y se avergüenza.

Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo y el hijo denunciará a su padre y a sus hermanos.
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno puede ser falso
querrá decir que uno es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo criolla,
vendrán los gases, los insultos, las vejaciones
y las calumnias y todos dejaremos de ser menos que polvo,
mucho menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido al fondo de la nada,
muertos sin ataúd, soñando el sueño inmenso de una patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro, bajo la negra niebla de las más negras maldiciones…

Efraín Huerta
4 de abril de 1959

sábado, 14 de junio de 2025

En el Principio era el verbo - J. E. Adoum

Te número te teléfono aburrido
te direcciono (callo caso y escalero)
y habitacionada ya te lámparo te suelo
te vaso te enfósforo te libro
te disco te destoco te desvisto desoído
te camo te almohado enciendo descobijo
te pelo te cadero me cinturas
nos trasvasamos labio a labio
me embotello en tu adentro
nos rehacemos te desformo me conformo
multiplicada tú yo mildividido.

El tiempo y las palabras 
JorgEnrique Adoum

A Ellos - Mario Benedetti

A Ellos

Se me han ido muriendo los amigos
se me han ido cayendo del abrazo,
me he quedado sin ellos en el día,
pero vuelven en uno que otro sueño.

Es una nueva forma de estar solo,
de preguntar sin nadie que responda,
queda el recurso de tomar un trago
sin apelar al brindis de los pobres.

Iré archivando cuerdos y recuerdos,
si es posible en desorden alfabético,
en aquél rostro evocaré tu temple,
en ese otro el ancla de unos ojos.

Sobrevive el amor, y por fortuna,
a esa tentación no se la llevan;
yo por las dudas toco la mismísima madera,
esa que dicen que nos salva.

Pero se van fugando los amigos,
los buenos, los malos, los cabales,
me he quedado con las manos vacías
esperando que alguien me convoque.

Sin embargo todos y cada uno
me han dejado un legado, un regalito,
un consuelo, un sermón, una chacota,
un reproche en capítulos, un premio.

Si pudiera saber donde se ríen,
donde lloran, o cantan, o hacen niebla,
les haría llegar mis añoranzas,
y una fuente con uvas,
y estos versos.

Mario Benedetti

Esperando el autobús

Haciendo fila en una parada de autobús:
Un borracho canoso de terno gris gritando: gente maleducada, y lo peor es que son jovencitos.
Un chico de gorra y calentador en sus 20s susurrando: ya modérese.
Yo en mis 30s llegando a los 40, pensando para mi: ya cállese borracho hp.


Haciendo fila 
en la parada del corredor
regresando del trabajo

viernes, 6 de junio de 2025

Cánticos Callejeros 1

Que se necesita para ser presidente
Ser un hijueputa que le miente a la gente
Que se necesita para ser diputado
Ser un cabrón que vive del estado.

Que se necesita para ser policía
Ser un violador de noche y de día
Que se necesita para ser militar
Andar cuatro patas y saber ladrar.